A finales de septiembre regresé a la tierruca para disfrutar de la berrea con mi tío y un amigo en un rincón privilegiado de Alto Campóo.
Ciervo rojo
Desgraciadamente el pronóstico meteorológico para aquel día no era nada alentador, y ya desde antes del amanecer vimos como se nos echaba la niebla.
Las voces de los ciervos resonaban en el silencioso valle, y comenzamos a avistar los primeros ejemplares, aunque a una distancia considerable...
Ciervos rojos
Pronto comenzamos a ascender para rodear la zona y pillarles bien de cerca, pero cuando hicimos cima la niebla se volvió tan densa que a penas dejaba ver.
Ciervos rojos
La niebla no tardó en ser acompañada por lluvia, y dando por fracasada la jornada de berrea decidimos bajar de nuevo para refugiarnos del mal tiempo, acompañados por unas cuantas vacas tudancas que tenían el mismo objetivo.
Vacas tudancas
Y claro, con toda esta humedad las salamandras estaban como locas, y nos cruzamos con varias por el camino a lo largo de la mañana.
Salamandras comunes
El viento, además de helador, fue ganando una fuerza huracanada, y la débil lluvia rápidamente pasó a convertirse en un tremendo diluvio.
Afortunadamente nos topamos con una cabaña en la que encontramos refugio y donde nos hicimos un buen fuego, y tranquilamente, al calor de la leña, nos comimos de buena gana el bocadillo, la empanada y la tortilla.
Este día de berrea puede no haber sido tan memorable como el de hace dos años, pero cosas como el paisaje, la fauna vista, lo de la cabaña o la misma compañía lo van a hacer igualmente difícil de olvidar.
Y para terminar la lluvia nos mostró su mejor cara con este precioso arcoiris.